Autor Felipe Solís Olguín (18 diciembre 1944 – 23 abril 2009) Maestro en Historia y Antropología, Director del Museo Nacional de Antropología e Historia.

El poder de los dioses del sol

El poder de los dioses del sol

Desde varios siglos antes de la llegada de los españoles a América, los pueblos indígenas que habitaron el territorio mexicano venían manifestando profunda devoción y respeto por el sol: el astro más poderoso del cosmos ejercía notable influencia en las organizaciones sociales de entonces. Una de las expresiones mas simples y tempranas de los rituales de adoración del sol fue, según los estudiosos, la de los primitivos cazadores, quienes le ofrendaban los primeros trozos de carne arrancados a los animales que, con gran esfuerzo, capturaban.

El poder de los dioses del sol

El poder de los dioses del sol

Posteriormente, con el desarrollo de la agricultura y el consecuente desenvolvimiento de las civilizaciones mesoamericanas, el calor del sol y su veneración quedaron entrelazados con los cultos a la lluvia y al agua. La tierra, hostil en las temporadas de secas, se tornaba fértil y pródiga con la lluvia y el sol. Por ello, con motivo de los equinoccios se organizaban grandes ceremonias para celebrar estos cambios en el universo.

Hacia el final de la época clásica (entre los años 900 y 1,200 d..C.), los cultos al sol adquirieron una expresión más específica. Los investigadores consideran que su desarrollo corresponde al predominio cada vez mayor de los guerreros en aquellas sociedades. Por esta razón las ceremonias, y rituales solares fueron cobrando un carácter cada vez más militarista, vinculado con las conquistas y la expansión de los estados guerreros que fueron dominando poco a poco todo el territorio mesoamericano.

EL TRANSITO DEL SOL

Adoración del Dios Solar Huitzilopochtli

Adoración del Dios Solar Huitzilopochtli

Para los mexicas o aztecas, cuya civilización floreció entre los siglos XIV y XVI en el Altiplano Central de México, el universo era una entidad viva, en movimiento, cuyo centro era el Sol, fuente de la energía vital simbolizada en la luz, el calor, la sangre. Para asegurar la supervivencia del cosmos, aquel debía ser mantenido vivo y en continuo movimiento sobre el firmamento. La guerra se tornó en el medio por el cual se obtenía el alimento divino: la sangre y los corazones de los enemigos capturados en combate convertidos en fuente de vida.

Ofrendando sangre al Dios Solar

Ofrendando sangre al Dios Solar

El movimiento cotidiano del Sol, llamado Tonatiuh en su lengua náhuatl, estaba marcado por cuatro etapas. Surgía al amanecer por el rumbo del oriente, y se le veneraba entonces como a un niñito precioso con el nombre de Piltzintecuhtli o Cariamarillo. Durante su recorrido por el firmamento, desde las primeras horas de la mañana hasta su plenitud al mediodía, se le vinculaba con Xiutecuhtli, “Señor de la Turquesa”, debido a que durante esas horas el cielo adquiría gracias a su luz un hermoso color azul, parecido al de esta piedra semi- preciosa.

Hacia las primeras horas de la tarde el Sol iniciaba su descenso, en un recorrido .que lo llevaba hacia el poniente a la Tierra de las Mujeres, Cihuatlampa, donde después de luchar contra los espectros nocturnos y sus enemigos astrales se introducía en un agujero. Durante la batalla el astro perdía copiosa sangre, que teñía de intenso rojo los atardeceres. Entonces se le representaba también como un águila en posición descendente. De ahí el significado
del nombre Cuauhtémoc, “águila que cae”.

Al caer la noche el Sol iniciaba un recorrido por el interior de la Tierra y, como si fuera un reflejo en un espejo de obsidiana, adquiría un color negro que contrastaba con el rojo y el amarillo del día. Era un tiempo de preparación para su renacimiento con el primer destello de la siguiente mañana.

EL SOL TRIUNFANTE

Vista de la pirámide del Sol desde la pirámide de la Luna en Teotihuacán

Vista de la pirámide del Sol desde la pirámide de la Luna en Teotihuacán

El astro rey, el gran guerrero, encarnó según los aztecas en Huitzilopochtli, una de las cuatro deidades creadoras, y su dios tutelar. Fue Huitzilopochtli quien guió a este pueblo en su larga peregrinación desde la mítica Aztlán hasta México -Tenochtitlan, la tierra prometida donde se asentó la capital de su imperio.

Huitzilpochtli era el sol triunfante de la guerra astral. Su gran poder quedó de manifiesto cuando derrotó a su hermana y enemiga Coyolxauhqui, La Luna Guerrera, a la cual decapitó y despedazó, y obligó a sus hermanas Las Estrellas, o Centzon Huiznahua (las Innumerables del Norte), a huir. Esto permitió que la luz del día, cuya luminosidad anuncian los rayos solares, finalmente enviara su radiante color a la superficie de la tierra, anunciando el nacimiento cotidiano del astro.

Este poderío solar se manifestaba cada mes con los menguantes de la Luna y, de tiempo en tiempo, con los eclipses lunares. Con estos eventos extraordinarios se corroboraba el cumplimiento puntual del relato mitológico del nacimiento de Huitzilopochtli.

Calendario Azteca o Piedra del Sol

Calendario Azteca o Piedra del Sol

ARTE SOLAR

Símbolos del calendario azteca
Símbolos del calendario azteca

Símbolos del calendario azteca

Durante la época posclásica -desde el 1,200 d.C. hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI-, todos los pueblos mesoamericanos, y especialmente los grandes imperios, tenían en el centro de sus ciudades magníficas pirámides dedicadas al culto solar. Ahí llevaban a cabo sacrificios humanos en los cuales se extraía el corazón de la víctima para alimentar simbólicamente a los dioses solares, para propiciar la fertilidad de la tierra y la continuidad de la vida.

Estos ritos coincidían con el desarrollo de las expediciones de conquista y eran generalmente llevados a cabo en la temporada de secas, a fin de lograr buenas cosechas.

Los arqueólogos han estudiado diversas representaciones en las que se pueden apreciar los símbolos e imágenes de las deidades, así corno diversas advocaciones del astro y de los sacrificios rituales. Entre las más tempranas y, por ende, curiosas, están las de la región sur del territorio guatemalteco, consideradas contemporáneas del mundo maya, específicamente las de Santa Lucía Cotzumaluapa.

Una estela que hoy se conserva en el Musco Etnográfico de Berlín, en Alemania, nos muestra a la deidad representada como un individuo de alto rango que emerge del disco radiante y recibe la ofrenda que le otorgan guerreros y jugadores de pelota. En la ciudad sagrada de Teotihuacan se encontraron, durante las exploraciones realizadas en la fachada de la parte frontal de la llamada Pirámide del Sol, relieves que simbolizan el fuego, así corno un impresionante disco, infortunadamente fragmentado, donde se aprecia un cráneo humano mostrando la lengua y rodeado con un adorno de papel plisado. A este elemento se le ha llamado Disco del Sol Muerto, ya que se le asocia con el hecho de que el acceso o fachada de esta pirámide y de su templo están orientados hacia el oeste, dirección que mira hacia la región donde el astro muere e inicia su viaje nocturno por el interior de la Tierra.

Las más extraordinarias representaciones de caracter solar corresponden a la cultura mexíca. Ello no es de extrañar en un pueblo que exalta como su deidad principal a Huitzilopochtli, y que por ende creó magníficas imágenes del poderío del astro. El ejemplo más acabado de lo anterior es la Piedra del Sol, conocida como Calendario Azteca, que se sabe un monumento inconcluso cuyo destino final sería el de formar una plataforma para el sacrificio gladiatorio. Hubiera conformado un cilindro en cuya parte superior quedaría esculpida la imagen del disco solar y, en la cara lateral las conquistas militares de este pueblo, tal y corno se aprecia en la Piedra de Tizoc y en el cuauhxicalli del emperador Moctezuma Ilhuicamina, conocido como Piedra del Ex-Arzobispado.

En estos tres monumentos se repite, con ligeras variantes, la imagen del disco solar integrado por cuatro rayos que semejan la letra “A”, entre cuyos espacios aparecen los remates de las púas sagradas utilizadas para el sacrificio y el auto – sacrificio. Así, el Sol se transforma en un zacatapoyolli divino, semejando una bola de heno deificada, donde se ensartaban las púas para la obtención de la sangre. De esta manera, en el disco van alternados los cuatro rayos con los cuatro remates, ornamentados con plumas de águila -el ave solar y jades preciosos o chalchihuites.

En sus círculos internos, la Piedra del Sol tiene además una banda donde se representan los veinte signos del calendario indígena. Junto con el símbolo ollin o movimiento -integrado por los cuatro cuadretes donde se ubican los cuatro soles que antecedieron a la quinta creación, que es la era actual-, manifiesta en
un solemne mensaje visual la participación del astro en la creación del universo. Según la leyenda, el cosmos surgió y fue destruido en cuatro ocasiones anteriores a la época en la que vivieron los mexicas, y por supuesto el movimiento cotidiano del Sol producía sistemáticamente el transcurrir del tiempo. Era entonces misión de los hombres conformar un sistema de conteo del tiempo, lo cual ciertamente se logró en los fantásticos calendarios mesoamericanos.

Teocalli de la Guerra Sagrada

Teocalli de la Guerra Sagrada

El Teocalli de la Guerra Sagrada, que en su tiempo formó parte del diseño, funcionamiento y decoración del Palacio del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin, tiene en su fachada como elemento principal -ya que se trata de una maqueta idealizada de un templo indígena que en su centro-al diosolar, mismo muestra a ollin, el movimiento. En sus costados derecho e izquierdo – desde nuestro punto de vista corno espectadores- se hace presente la figura de Huitzilopochtli, una de las escasas imágenes que se conservan de esta deidad tutelar. Ahí aparece como un prominente guerrero, un joven de aspecto fiero, ataviado con su disfraz de colibrí, que lleva en su mano la púa del sacrificio y al que le falta uno de los pies, en cuyo lugar aparece la cabeza de la Xiuhcóatl, la Serpiente de Fuego, que además de ser su arma, tenía la tarea de conducir al astro rey por el firmamento.

Disco Solar

Disco Solar

Si bien no se conservan esculturas monumentales ni de Tonatiuh ni de Huitzilopochtli -porque se sabe que la figura de la deidad que presidía el templo principal de México-Tenochtitlan se elaboraba anualmente con semillas de amaranto aglutinadas con sangre humana y miel-, en el Museo Etnográfico de Basilea, Suiza, se conserva una preciosa imagen de pequeño formato que muestra al dios del Sol sentado en su trono y portando sobre su espalda un vistoso ornamento de plumas en forma circular, mismo que también lleva en el centro la representación de ollin.

Los guerreros encargados de capturar a los prisioneros que serían ofrendados a la deidad solar se ataviaban con disfraces de águilas, y eran los héroes e ídolos de las juventudes indígenas. Hasta el final de su civilización, todos los habitantes de México-Tenochtitlan sentían un inconmensurable orgullo y una enorme voluntad de entrega por servir a Huitzilopochtli, el Sol triunfante. Era él quien les daba la vida; era él el motivo principal de su existencia. Ofrendar la vida para que, con la sangre derramada, se conjurara el espectro de las tinieblas y se confirmara el poder del Sol: no había mayor misión, no había mejor destino para el hombre verdadero.

Última modificación el día 09/02/2021 por Puerto Vallarta Net