Celebrando el Día de los Muertos

Los mexicanos nos pasamos de vivos durante los Días de Muertos los 1 y 2 de noviembre de cada año.

Al vivo todo le falta, al muerto todo le sobra: en casas y cementerios se levantan en su honor altares adornados con papel picado morado y anaranjado, con cirios e incienso, dulces de alfeñique y flores de cempasúchil -la flor de los muertos-, o de terciopelo, nubes y claveles. Se ofrecen a los difuntos alimentos elaborados por los vivos, como tamales, mole y dulce de calabaza, y bebidas como atole, pulque y aguardiente. 

En la ofrenda, junto a la fotografía del difunto, se colocan cigarros, frutas de la temporada, una jarra con agua y una palangana -para que las ánimas puedan lavarse-, así como el característico pan de muerto, sabrosas hogazas de pan cubiertas de azúcar y decoradas con huesos y lágrimas elaboradas con la misma masa.

En los altares para los muertos niños, los difuntitos, se colocan además juguetes de madera, cartón, barro o plástico. Así, los muertos que nos visitan en esas fechas saciarán su sed y su hambre y espíritu quedarán satisfechos. Cuando se levante el altar, al finalizar los festejos, los alimentos habrán perdido olor y sabor: las almas convocadas se alimentan con la esencia de la comida.

Para que los muertos encuentren el camino de vuelta a su casa se trazan caminos con pétalos de cempasúchil, y se encienden veladoras por cada alma. El característico olor del cempasúchil y el aroma del incienso y del copal saturan la atmósfera nocturna de los días de Muertos.

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Última modificación el día 17/11/2020 por Puerto Vallarta Net

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