por Monica Lavin

No hay hogar, oficina, escuela o reunión en Puerto Vallarta o México donde el día 6 de enero pase desapercibido. Es tradición de esta fecha, Día de Reyes, compartir una gran rosca de pan dulce que lleva un muñequito escondido.

El muñeco representa al Niño Jesús, y quien tenga en suerte encontrárselo en su rebanada de rosca se compromete a realizar el festejo del Día de la Candelaria el siguiente 2 de febrero, ocasión en que no deben faltar los tamales y el atole. Ver el calendario de eventos y feriados.

Rosca de reyes

Cada una de estas tradiciones, que en México van unidas a la afición por la comida y el gusto por compartirla, tiene un origen religioso: el nacimiento del Niño Dios, la visita de los Reyes de Oriente con sus regalos, la cuarentena de la Virgen María y la presentación del Niño Jesús en la iglesia el 2 de febrero.

Todavía y con mucha consistencia se celebra en todo México la Noche de Epifanía, que culmina con el festejo de la rosca sopeada en chocolate, como es la usanza tradicional.

Los Reyes Magos

En la madrugada de ese día los Reyes Magos han alegrado a los niños que los, –como parte también de un rito– dejaron sus zapatos en la ventana, esperando recibir los regalos que desde muy lejos ellos les han traído. El sentido común hace suponer que de esa manera los Reyes, al ver el tamaño de los zapatos, deducen la edad de los pequeños, y el tipo de obsequios que les brindarán alegría.

Oro, incienso y mirra, y muchos regalos para los pequeños

La costumbre de que Santa Claus traiga regalos a los niños mexicanos es en realidad bastante reciente y no es la que priva en medios rurales ni en todos los ámbitos de nuestras ciudades. Santa Claus puede visitar nuestros hogares, pero –recordando la legendaria peregrinación de los tres magos que, guiados por una luminosa estrella, caminaron hasta Belén a adorar a Jesús Niño, cargados de sus dones– los Reyes nunca faltarán, en la madrugada del 6 de enero, a su cita con nuestros niños.

Las roscas de reyes se venden en las panaderías

Los días anteriores los chiquillos se han acercado a Melchor, Gaspar y Baltasar para que, al lado de sus animales de cartón o a pie por las calles de los barrios, escuchen sus peticiones.

Es costumbre que aún permanece y digna de admirar la manera en que el Jardín de la Alameda, en el corazón de la ciudad de México, se llena de templetes donde tríos de Reyes han montado, una tras otra, escenografías imaginativas y del todo exóticas para la Ciudad de los Palacios.

Los niños acuden a retratarse con ellos y a soltar sus deseos. Los Magos de la temporada venden la ilusión de realidad, y un recuerdo impreso entre caballos, elefantes y camellos.

Roscas sabrosas para su fiesta de reyes

Durante toda la semana precedente la procesión de chiquillos y el colorido de los Magos, reyes de los sueños, habitan la imaginería infantil. Al pie del árbol, o prescindiendo del pino navideño, las familias mexicanas montan un nacimiento donde el pesebre, la Virgen María, San José, el burro y la vaca que –según la tradición bíblica– los acompañan, no pueden faltar.

Hay quienes construyen verdaderos paisajes mestizos, con figuras de origen árabe y pastorcitos mexicanos. Los hay con infierno y diablo colorado, con cerros, ríos y lagos llenos de peces donde se deslizan los patos sobre el espejo que semeja el cristalino líquido.

Los Reyes Magos son parte imprescindible del nacimiento, y más después de la Navidad: los tres sabios se aproximan a Belén día con día, iluminados por la Estrella de Oriente. Al Salvador deben llevarle el incienso, el oro y la mirra.

Finalmente llegan los Reyes Magos

Rosca de reyes, 6 de enero

El 6 de enero los Reyes han por fin llegado: al despertar, los chiquillos abren ansiosos los regalos que conmemoran la noche de Epifanía, y en la noche todos se reúnen a comer la rosca, ceremonia en la cual se designará al futuro padrino del Niño Jesús.

En otro tiempo –dice Antonio García Cubas en El libro de mis recuerdos– los padrinos se rifaban. Los nombres de los invitados al convivio se escribían en papelitos que se colocaban dentro de un sombrero, del cual eran extraídos para formar la pareja de compadres.

Ellos tenían desde ese día la responsabilidad de cuidar y vestir al niño, y presentarlo para su ben¬dición en la iglesia el mismo día de la Candelaria, el 2 de febrero.

Las ceremonias han mudado de costumbres pero la tradición de vestir y presentar al niño en el templo se mantiene infalible. Es el ágape alrededor de la corona de pan el que decide quienes serán los padrinos del niño.

Rosca de Reyes, la figura del niño Dios

La conmemoración comienza desde las panaderías, que en sus vitrinas exhiben roscas de Reyes de todos tamaños: es un halago a la vista mirar aquellas torres que lucirán tan solo un día en la vida y el paladar de los mexicanos. Durante días todas las cocinas reposteras se concentran en la preparación del pan elaborado con levadura, huevos, harina, azúcar y manteca, y adornado con fruta confitada. La rosca de Reyes es una de las tantas celebraciones mexicanas en las cuales el dulce ocupa un lugar primordial.

La ceremonia de partir la rosca apela a la presencia de todos, porque cada uno se reserva la emoción de ser el destinado a morder ese cuerpecito blanco disimulado entre el pan.

Es común hacer comentarios de alivio cuando se ha tenido la suerte de cortar una rebanada limpia, y burlarse de quien entre los dientes muestra al objeto de su próximo compromiso.

Los muñecos de la rosca eran originalmente de porcelana y la rosca se confeccionaba en casa; el muñequito, que se había guardado envuelto en papel de seda durante todo un año, era introducido en la masa antes de hornearse el pan. Pero hoy día ya no es común que alguien prepare la rosca en casa y los muñecos de ahora son dignos símbolos de la era del poliéster, lo que también puede ser una bendición para los dientes modernos…

Se sabe que la tradición viene de muy antiguo y que en Francia la rosca que se partía en la Noche de Reyes tenía un haba escondida; y que quien la encontrara era el rey de la fiesta esa noche, y se le colocaba una corona en la cabeza.

Los reyes magos forman parte de la decoración en navidad también

La costumbre que llegó a México de España para ser recreada con matices nacionales, se sumó al rito católico de vestir al Niño Dios y presentarlo en la iglesia, tal como había hecho la Virgen María cuando, pasada la cuarentena después del nacimiento, acudió al templo a purificarse: las velas blancas se encendieron para ella y para el niño. Por eso lleva el nombre de La Candelaria, haciendo alusión a las velas o candelas que se encienden desde entonces cada 2 de febrero.

La Gran Tamaliza

Para esta fecha es costumbre –y responsabilidad de los padrinos elegidos el 6 de enero– vestir al Niño Jesús. Es común ver en algunas casas durante los días previos los letreros alusivos a esta especialidad: Se visten niños Dios.

El atuendo del bebé puede ser el del Santo Niño de Atocha, con su báculo y sentado en una sillita; el Niño de las Palomas, con un ropón blanco y una paloma entre las manos; San Francisco, con sandalias y hábito café, abrazando un animalito; o el Niño de las Azucenas, vestido con túnica blanca y una vara de azucenas entre las manos.

Tamales

Después de haber presentado al Niño en la iglesia, acompañado de quienes compartieron la rosca, toca celebrar la ocasión con una tamaliza ofrecida por los padrinos.

Difícilmente se puede pensar en un platillo más típico, diverso y arraigado en todo México que los tamales. Una masa de maíz a la que se le añaden salsas, carne, verduras o frutas y nueces según la usanza regional, se coloca en el centro de una hoja de maíz o plátano y se cuece a vapor. Hay quienes han dicho que el tamal es el empaque móvil y suculento de los grupos prehispánicos: el itacate nacional. Y nada mejor que un sabroso chocolate caliente para acompañarlos.

De Guadalupe a Reyes

La gracia de la rosca de Reyes no es tanto su sabor, pues es más bien seca, y por eso debe ser acompañada de chocolate a la española —muy espeso y dulce— o a la mexicana —más ligero y picante—, sino su presencia en la calidez del convite que reúne a familiares y amigos.

El 7 de enero la fiesta se ha acabado, las escuelas retoman su curso y en los basureros quedan apenas restos de platos de cartón y muñecos que sorprendieron a su mordedor. Los festejos comenzados el 12 de diciembre en la que se celebra a la Virgen de Guadalupe – la patrona nacional -, pasando por las clásicas nueve posadas, la Nochebuena, la Navidad, el Fin de Año y el Año Nuevo, cierran con la dulce sorpresa del Día de Reyes.

Una rosca y un muñequito testimonian el apego a los ritos católicos promovidos por los religiosos en tiempos de la evangelización, y sellan la promesa de una futura reunión.

  • Más:
    • Verti, Sebastián. Tradiciones mexicanas. México: Editorial Diana, 1991. ISBN 968-13-2203-7.
    • García Cubas, Antonio. El libro de mis recuerdos. México: Editorial Porrúa, 1986 (Biblioteca Porrúa #861).

Última modificación el día 03/02/2022 por Puerto Vallarta Net